Desarrollar un bioplástico biodegradable a partir de harina de maíz negro es el objetivo de una investigación que se lleva a cabo en la Facultad de Ciencia e Ingeniería en Alimentos y Biotecnología de la Universidad Técnica de Ambato (UTA). Esta iniciativa busca contribuir al cuidado del medio ambiente mediante el uso de recursos naturales que permitan sustituir los plásticos convencionales, elaborados a partir de resinas hidrocarburíferas, por polímeros sostenibles y amigables con el entorno.
El docente investigador Gabriel Moreno explicó que los primeros ensayos se realizaron utilizando harina de banano, con la que se logró obtener una funda biodegradable. “Considerando que los almidones presentes en las harinas pueden experimentar gelatinización y transición vítrea en presencia de agua y plastificantes, como la glicerina, se planteó la necesidad de evaluar nuevas matrices poliméricas de origen vegetal. Entre ellas, la harina de maíz negro representa una alternativa con potencial debido a su composición rica en almidón y compuestos antioxidantes”, señaló.
El propósito de este trabajo no solo es reducir el impacto ambiental, sino también agregar valor a un grano ancestral, tradicionalmente consumido en la época de Finados, al convertirlo en materia prima para la obtención de bioplásticos.
La investigación también está orientada hacia aplicaciones agrícolas. Gracias a su color oscuro, este material tiene la ventaja de proteger a los alimentos o matrices que envuelve, reduciendo los efectos de la luz, que en algunos casos provoca reacciones fotoquímicas que aceleran la degradación de nutrientes.
En el ámbito de los viveros, el bioplástico ofrece un beneficio adicional: al envolver las plántulas listas para trasplante, se evita el estrés que normalmente sufren al retirarlas del contenedor. Al degradarse en aproximadamente 30 días, el material se reincorpora al suelo como materia orgánica, en contraste con los plásticos convencionales, que tardan entre 100 y 500 años en descomponerse.
Esta propuesta evidencia el compromiso de la UTA con la investigación aplicada y la generación de soluciones innovadoras frente a la crisis ambiental global. Aunque resulta complejo competir con la industria del plástico de un solo uso que es más económica, pero altamente contaminante, el investigador enfatiza la necesidad de transformar la visión:
“Al inicio puede parecer un reto difícil, pero estamos abriendo un camino importante para demostrar que la investigación científica no se limita a los países de primer mundo; también se genera aquí, en nuestra universidad”, concluyó.
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